A pedido del público (es para Ud. Gastón Azziz), repasamos el periplo de una selección debutante que llegó lejos.
Pase y vea, que hoy Obdulio se esmeró.
Yugoslavia era de esas selecciones molestas que participaba en los mundiales de manera regular (8 participaciones hasta 1990), que tenían un juego muy físico pero con una técnica por momentos parecida a la sudamericana. Ese estilo de juego lo diferenciaba de los grandes equipos y lo emparentaba con el estilo rumano o el checoslovaco, por ejemplo.
Tenían jugadores de buen nivel que por lo general jugaban en los clubes locales como el Estrella Roja que fue campeón de Europa en 1989. Eran épocas donde solo 3 extranjeros podían estar en el 11 inicial en las grandes ligas y solo los que estaban despegados del resto (o tenían un buen representante como algunos que Ud. imagina) competían en las grandes ligas.
En 1990 mientras la selección de fútbol quedaba afuera por penales en cuartos de final con Argentina, la selección yugoslava de basquetbol logró el título mundial en Argentina de la mano, entre otros, de las futuras estrellas de la NBA Vlade Divac y Tony Kukoc, y la gran figura del basquetbol europeo que no logró brillar en la NBA Drazen Petrovic (fallecido en un accidente de tránsito en 1993).
El presente deportivo estaba en las antípodas del político que en 1992 llevó a la disolución del país. Serbios, croatas, bosnios, macedonios, eslovenos y montenegrinos iniciaron un duro camino de guerras, disputas, etc., hasta el punto que la selección de Serbia y Montenegro que disputara el mundial de 2006 representaba a una nación que se estaba separando en ese momento tras un plebiscito.
Mientras esta gente se mataba, se separaba, se independizaba y vivía como podía, en los mismos 16 años (1990-2006) en Uruguay veíamos como Tabarez dirigía su primer mundial y era criticado por pregonar el Fair Play y tratar de que el equipo terminara con 11 los partidos, Cubilla tenía una disputa con los repatriados, Gorzy juntaba firmas para la vuelta de Francescoli a la selección, Fonseca mostraba en público la ampolla que le impedía a ir al mundial de 2002, y como nos eliminaba Australia por penales en la repesca rumbo a Alemania 2006. Somos gente con muchos problemas, sin duda.

(nota: antes que alguno se me ponga sensible, no me olvido de la crisis del 2002, pero nada se compara a la guerra, luchas por independencia, referendums para no pertenecer más a determinado país, y otros tantos problemas que seguro aún existen entre los ex integrantes de Yugoslavia).
Croacia armó su selección entre 1991 y 1994 (en plena etapa de independencia, reconocimiento internacional en 1992 y su posterior desarrollo como estado independiente), y apareció a disputar una fase final de la Copa del Mundo en la edición de 1998, en Francia.
Los mejores herederos del estilo yugoslavo se preparaban para su primer experiencia mundialista con nuevos colores, pero con las mismas características de juego físico, jugadores de gran técnica y delanteros peligrosos.
De pique el equipo llamaba la atención debido a su camiseta donde predominaba el cuadriculado rojo y blanco. Ese tipo de diseños no tiene términos medios en cuanto a gustos. Como Obdulio no vio afectada su sensibilidad, pondremos a la camiseta croata del lado de lo tolerable (versiones posteriores ya no fueron tan felices como ésta).
El grupo tenía a una potencia mundial como Argentina y otros dos debutantes: Japón y Jamaica (¡que vivan los sorteos justos! ¿Para qué andar corriendo riesgos innecesarios?).
El equipo croata contaba con figuras de peso como Igor Tudor o Dario Simic en la defensa, los prestigiosos volantes Rober Prosinecki (ex volante del Real Madrid), Mario Stanic, Zvonimir Bovan (el 10 del Milan) y Robert Jarni, y la presencia en ataque del gran Davor Suker quien por esos tiempos era el 9 del Real Madrid. El arco lo cubría el experiente Drazen Ladic.
Estos nenes de «debutantes» sólo tenían la camiseta, pues algunos de sus jugadores habían defendido a Yugoslavia en Italia 90 (son los casos de Suker, Prosinecki y Jarni).
En la foto de la izquierda se puede ver a Prosinecki defendiendo a Yugoslavia por cuartos de final en Italia 90. Al otro creo que lo conocen.
El desafío era vencer la presión emocional de un equipo que representaba a un país recién nacido, pero un pueblo de larga tradición.
El debut fue contra 3-1 ante Jamaica. Stanic, Prosinecki y Suker pusieron los goles ante un rival que venía a hacer el papel de cuadro simpático, pero que de fútbol tenía poquito.
En la segunda fecha Suker hizo el único gol del partido ante la Generación Supercampeones de Japón. Ni Benji, ni Steve, ni Oliver pudieron con los de la camiseta a cuadritos.
El primer partido ante un equipo mundialista de verdad fue ante Argentina, en un partido donde ambos ya estaban clasificados. El 1-0 de Pineda para los argentinos sirvió para confirmar el segundo lugar que los croatas parecían tener asegurado desde los pronósticos previos.
En octavos de final, Croacia le pondría fin a una gran generación de la selección de Rumania que tuvo la pésima idea de teñir sus cabelleras de rubio tras pasar de serie. Era hora que alguien los empujara al abismo tras tamaña terrajada.
Davor Suker puso el 1-0 de penal e iniciaría una seguidilla de goles que no pararía hasta el final del mundial.
En cualquier ámbito de la vida todo debutante tiene su prueba de fuego (ni loco voy a hacer un chiste con Pando en estos tiempos de sensibilidad), y en los mundiales los exámenes los toma Alemania.
Jarni al final del primer tiempo abrió la cuenta, Vlaovic y Suker remataron en los últimos 10 para un aleccionador 3-0 final. La generación de los campeones del 90 se volvían a casa por segunda vez consecutiva en cuartos de final, todo un fracaso para las pretensiones alemanas (1994 y 1998 fueron las únicas dos veces que estuvieron fuera de los semifinalistas entre 1982 y 2014).
Después de pasar el examen, ya todos los que no fueran de los otros 3 semifinalistas estábamos con ellos. Lo tenían todo: eran los debutantes, vencieron a un buen equipo europeo como Rumania, dejaron afuera a los alemanes y jugaban bien.
En el horizonte asomaba Francia, que no es de los cuadros simpáticos.
La semifinal tuvo ese toque de esperanza que el fútbol nos ofrece, cuando el débil logra vencer al poderoso. Pero por un ratito.
Davor Suker puso el 1-0 apenas iniciado el segundo tiempo, pero Thuram empató enseguida para el local y a falta de 20 minutos para el final otra vez Thuram le dio el pasaje a la final al local.
El cuento no podía ser completo sin mencionar el partido por el tercer puesto ante Holanda.
Zenden abrió la cuenta para los holandeses, pero Prosinecki puso el empate y, cuando no, Davor Suker hizo el gol del triunfo.
El festejo de aquella gente fue de los terceros puestos más emocionantes de los últimos tiempos. Aquel partido no fue un mero trámite burocrático para definir posiciones y de rebote colgarse una medalla. La algarabía demostrada por aquel plantel contagiaba, emocionaba y daba ganas de aplaudirlos de pie.
Los croatas tuvieron su vuelta olímpica, el reconocimiento internacional y al goleador de Francia 98.
Uno de los grandes equipos que cumplen con la premisa de Obdulio a la perfección:
- aspectos pintorescos: la camiseta. OK
- partidos épicos: 3-0 ante Alemania. OK
- derrotas que lamentamos todos: 1-2 ante Francia en semifinales. OK
- equipo que contagiaba con su juego: OK
Los croatas jamás volvieron a repetir tamaña actuación en una Copa del Mundo, pero seguramente Suker, Prosinecki y Bovan tengan unas cuantas anécdotas para contarles a sus nietos.
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Obdulio cumple,
Obdulio son los padres
Suker en una entrevista que le vi hace una buena cantidad de años, capaz que en el 2002, 2004, algo así… decía que esa selección Croata era un equipo de «humor», que básicamente el resultado del partido que jugaban dependía de cómo se habían levantado ese día. Si se levantaban de buenas, le podían ganar 4 a 0 a Brasil con Ronaldo, Romario y Bebeto adentro de la cancha… y si se levantaban de malas, podían perder por 3 contra San Marino… que era una selección de personalidades muy livianas, y de mucho sentido del humor, y que eso funcionaba como barómetro del rendimiento dentro de la cancha.
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Típico cuadro de Europa oriental o de por ahí. Peligroso cuando están de buenas
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