Tras el Mundial de Sudáfrica la confianza en la selección uruguaya pasó a ser innegociable. Aquellos esforzados atletas que lograron el cuarto puesto en el Mundial volvieron al país como héroes. Se afianzaba una relación con el público que se mantiene hasta nuestros días.
Cuando inició el proceso de Tabárez en 2006 Uruguay jugaba partidos en fechas FIFA con los rivales que estuvieran dispuestos a jugar con nosotros, casi de favor.
Irlanda del Norte, Corea del Sur, Rumania, Libia (sí, Libia!), Túnez, Egipto o Georgia era el nivel de los rivales que se podía conseguir, para luego competir y exigir resultados ante Francia, Holanda o Alemania.
El DT insistía con el nivel de los rivales para poder dar el salto de calidad y competir a nivel internacional de verdad.
En la previa a la Copa América en Argentina 2011, Uruguay recibió a Holanda en el Estadio Centenario. Tras el 1-1 en los 90, Uruguay ganó por penales.
Uruguay volvió con la decimoquinta Copa América y definitivamente el nivel de rivales demostraba que Uruguay se codeaba con la elite del fútbol internacional.
Partidos contra Alemania (1-2), Italia (1-0), España (1-3) nos devolvían al radar de los grandes. En 2012 Uruguay llegó al puesto 2 del Ranking FIFA.
También se trajo a la selección francesa al Estadio Centenario. Todos rivales de fuste, mezclados con otros de segundo orden, pero ahora cobrando mejores contratos y brindando espectáculo (que nunca falte alguno ante Indonesia como para golear y sumar confianza).
Otra eliminatoria tortuosa con una Copa Confederaciones en el medio puso a los de Tabárez a prueba. Una vez más el quinto puesto fue lo máximo a lo que se pudo llegar.
El repechaje con Jordania fue un trámite. El 5-0 de la ida provocó que el partido revancha en Montevideo fuera un aburrimiento total: 0-0 para irse con la moral en alto, de los jordanos.
Un Mundial en Brasil despertaba todo tipo de recuerdos, histeria colectiva y augurios de campeonato basados en «el fantasma del 50» y un delantero de nivel mundial que incendiaba redes en Inglaterra: Luis Suárez.
Pero Suárez se lesionó en un entrenamiento en Montevideo previo al mundial, y al fantasma del 50 le empezaban a manotear la sábana.
La histeria por la recuperación del «9» llegó a límites insospechados. Es que la selección dependía en buena parte de su presencia debido a los problemas en generación de juego que Uruguay mostró desde que Forlán comenzó su curva descendente de rendimiento.
Con la incertidumbre de la recuperación de nuestra estrella mimada, pero con la confianza que este grupo siempre transmitió, los uruguayos se fueron al Mundial 2014.
BRASIL 2014
El plantel celeste contaba con varias de sus figuras de Sudáfrica como Maxi Pereira, Forlán (que mostraba menos nivel, pero mantenía el juego ordenado), Lugano (disminuido físicamente), Diego Pérez (ya relegado al banco), Arévalo Ríos y los ahora consolidados Muslera, Godín, Cáceres, Lodeiro, Palito Pereira, Cavani y Suárez (la gran figura). Se sumaron pocas caras nuevas, como Josema Giménez, Tata González, Stuani, Gastón Ramírez y el Cebolla Rodríguez. La principal crítica al plantel era la falta de renovación.
Es que no tenemos paciencia…
El grupo tenía a Uruguay como cabeza de serie, pero el sorteo determinó que fuera al Grupo de la Muerte: Italia, Inglaterra y Costa Rica eran los rivales.
El debut parecía ser lo más sencillo. Costa Rica era el rival que aseguraría los primeros 3 puntos para pisar fuerte en Brasil. Pero el revolcón fue grande.
Los ticos se despacharon con un categórico 3-1, basados en su fortaleza defensiva y un gran juego colectivo, algo que hizo fuerte a los nuestro 4 años antes en Sudáfrica.
Cavani puso el primer gol del partido de penal, pero un segundo tiempo espectacular de Costa Rica puso justicia en el partido.
Nuestra figura lo miraba desde el banco, frustrado, sabiendo que ese partido no estaba dado para su regreso.
Las expectativas, que estaban por las nubes, bajaron a tierra de la manera más dolorosa, y para colmo se venían 2 equipos europeos a continuación. Uruguay hacía 44 años que no le ganaba a un europeo (1-0 vs URSS en 1970), y si nos ponemos finos con la geografía la última fue en 1966 cuando se le ganó a Francia 2-1, que no tiene parte de su territorio en Asia como los soviéticos.
Contra Inglaterra los nuestros se jugaban buena parte de su suerte. Perder no era una opción válida y para eso precisaba de Suárez, que tras recuperarse de una operación de meniscos en tiempo record volvía para jugar ante la selección del país que lo vio explotar como estrella.
El partido fue emocionante. Lo ingleses dominaron la primera parte del partido, pero al final del primer tiempo un centro perfecto de Cavani servía para el cabezazo inapelable de Suárez. Todo el país explotaba de alegría al ver que su muchacho mimado cumplía con su cuota.
Lodeiro trancaba con la cabeza, Palito se negaba a salir tras un golpe en la cabeza que lo tumbó inconciente en el piso y Muslera parecía imbatible. El equipo lo dejaba todo en la búsqueda del resultado.
Cavani se perdió una clara, y se pagó más tarde en el arco propio. Rooney puso el empate y la cosa pintaba fea.
Pero el muchachito de la película todavía tenía una escena por rodar.
Uruguay puso en marcha su jugada perfecta: saque largo de Muslera, la peina un inglés forzado por Cavani y Suárez habilitado se fue de cara a Joe Hart, mano a mano y por la ficha. El tiro de Suárez venció el achique del arquero inglés y el Arena de Sao Paulo fue testigo del milagro. Uruguay resurgía de las cenizas, sin fútbol, pero con un corazón tremendo.
Fue 2-1 al final. Mientras tanto, Italia también perdía ante Costa Rica, a esa altura la revelación del Mundial.
El partido contra Italia era «ganar o volver a casa».
Contra los tanos el partido fue cerrado, de «mete gol gana». Con muchas ganas y poco fútbol, los uruguayos intentaban doblegar a su rival, que jugó parte del segundo tiempo con 10 hombres.
Suárez era bien controlado por la defensa, y por Buffon que le tapó un mano a mano de película. Pero Luisito a veces pierde el norte, y en pleno ataque, vaya uno a saber por qué, mordió en el hombro al zaguero italiano Giorgio Chiellini.
Ni el árbitro, ni los líneas vieron la situación, pero sí las 500 cámaras en la cancha y la prensa inglesa que estaba esperando el primer error de Suárez para cobrarle todas sus deudas.
Un corner desde la derecha ejecutado por Ramírez fue directo a donde estaba el nuevo capitán, Godín, que atropellando de espaldas, venció el arco tano. Fue la clasificación a Octavos de Final.
Pero tras el partido ya no se habló más de fútbol. Todo fue sobre Suárez, sus dientes y su mordida.
La manija de la prensa inglesa fue grande, pero nuestro muchacho había puesto la cabeza adentro de la boca del león. Se regaló.
Tabárez renunció a su cargo en FIFA tras conocer la suspensión al delantero uruguayo a 2 días del partido ante Colombia. Fueron 9 partidos, más 4 meses sin poder pisar una instalación deportiva profesional. Suárez se iba de Brasil expulsado del campeonato, casi deportado como un delincuente. Demasiado.
Las teorías conspirativas de «la FIFA no nos quiere», «está todo arreglado», «no les conviene que avancemos» y un largo etcétera de lugares comunes llegaron al cenit de la estupidez, tratando de justificar algo que estaba a la vista de todos. Nuestra estrella le había errado feo, y el castigo fue un exceso.
El Presidente uruguayo José Mujica opinando sobre el tema dijo: “El viene de lugares muy pobres, y tiene la inteligencia en los tobillos. Es brillante, en las piernas”. Menos mal que lo estaba defendiendo.
El partido con Colombia estuvo envuelto en todo este lío para los nuestros que nunca lograron entrar en juego. El 2-0 fue categórico ante un equipo sin levante. Ni la posibilidad de enfrentar a Brasil en la fase siguiente fue suficiente estímulo. Aquel equipo había perdido su esencia.
Uruguay terminó en el puesto 13, anotando 4 goles, recibiendo 6. Se le volvió a ganar a un equipo europeo luego de décadas y por partida doble. Nada indica que Colombia no nos pudiera ganar con Suárez en cancha, pero está claro que el partido no lo jugamos en condiciones normales.
El proceso de Tabárez logró aislarse de los resultados adversos, como del contexto del fútbol uruguayo. La selección pasó a ser una «isla» dentro del caos organizativo y político que rodeaba al fútbol local.
El público siguió apoyando, pese a las ausencias, al pelotazo largo como recurso reiterado y los baches en el juego. Los jugadores siguieron demostrando adhesión y compromiso con la selección, y no renunciaron nunca a dejar todo en la cancha.
Con esa actitud más la aparición de nuevas figuras en el camino rumbo a Rusia 2018 nos deja en una nueva Copa del Mundo sin necesidad de repechaje, pero eso será cuestión de futuros informes de Obdulio.
Así se fue el repaso de los 12 mundiales donde jugó Uruguay. Obdulio espera que haya aportado en algo a su conocimiento de cosas intrascendentes, importantes para su próxima discusión de asado con algún cuñado o amigo impertinente.
Obdulio recuerda,
Obdulio son los Padres.
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