La «culpa» la tiene (entre otros) un tal Bosman

Las semifinales del campeonato del Mundo tendrán a cuatro selecciones europeas. De hecho, cuando se juegue el Mundial de 2022 en Catar se cumplirán 20 años de la última consagración de un equipo no europeo en la Copa del Mundo. Fue Brasil en Japón-Corea 2002.

Obdulio les trae un informe largo pero ilustrativo que analiza por qué Europa tendrá por cuarto Mundial consecutivo al Campeón de la Copa.

Tómese un rato para leer y reflexionar. Seguro valorará más un quinto puesto.

Si hacemos un corte caprichoso de 1998 a la fecha (20 años no es nada), cinco de los últimos seis campeones del Mundo son europeos (incluimos en la lista al de Rusia 2018). De hecho, con esta final de Rusia será la tercera ocasión desde el citado año que la final es cuestión exclusiva de equipos provenientes de Europa.

¿Quién es Bosman?

Para simplificar el asunto, Jean Marc Bosman fue un belga que tuvo inconvenientes para pasar de su club en Bélgica para Francia debido al cupo para extranjeros imperante en 1990. En Bélgica le pagaban menos y los cupos le impedían pasar a un equipo que le pagaba más sólo por el hecho de no ser francés.

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Para aquellos que recuerdan, los equipos italianos y españoles que veíamos los Domingos de mañana por Deporte Total podían alinear en sus 11 titulares tan solo tres extranjeros por equipo.

Para que se hagan una idea, en 1991 el Real Madrid tenía solo 4 extranjeros en su plantilla: el brasileño Ricardo Rocha, el rumano Hagi, el mexicano Hugo Sánchez y el yugoslavo Robert Proscinecki.

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En la actualidad la plantilla madridista cuenta con 18 extranjeros, aunque muchos de ellos cuentan con doble nacionalidad y por eso no cuentan como foráneos. En realidad se le dice «extranjero» a quien no tiene pasaporte de la Comunidad Europea.

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Real Madrid 2018: De cada pueblo un paisano (Cristiano, ya sabemos que te parás de puntitas de pie para parecer más alto en la foto)

Volvamos a Bosman

Según Wikipedia: «Bosman presentó una demanda contra el RC Liège (nota de Obdulio: su club en Bélgica), así como contra la Federación Belga de Fútbol y la UEFA porque alegaba que las normas de traspaso de la Federación Belga de Fútbol y tanto la UEFA como la FIFA le habían impedido el traspaso al US Dunquerque» de Francia.

Tras años de litigio «El Tribunal de Justicia de la Unión Europea con sede en Luxemburgo y fecha 15 de diciembre de 1995 dictó sentencia en la cual declaraba ilegales las indemnizaciones por traspaso y los cupos de extranjeros de jugadores nacionales de estados miembros de la Unión Europea»

Este juicio conocido como el «Caso Bosman» cambió las reglas del fútbol profesional para siempre. Las fronteras impuestas por las reglas de las ligas locales (seguramente consensuadas), fueron absorbidas por una ley de rango superior que hacía pedazos todo esfuerzo de «proteccionismo» de las ligas locales.

Con billeteras dispuestas a gastar dinero para ser el más poderoso de Europa y sin las barreras de los «cupos de extranjero» los equipos grandes y otros con dueños adinerados comenzaron a armar verdaderas selecciones internacionales.

Por ejemplo, el 26 de Diciembre de 1999, el Chelsea de Londres alineó 11 jugadores no ingleses en un partido de Premier League. Entre ellos estaba el uruguayo Gustavo Poyet.

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El Internazionale de Milan dirigido por el portugués Mourinho ganó la Champions League en 2010 sin un solo jugador italiano entre los titulares.

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Equipos como el Nottingam Forest y el Aston Vila inglés o el Estrella Roja de Belgrado, que supieron ganar la Copa de Europa tendrán que esperar a tener un «dueño» con billetera generosa para volver a tener posiciones de privilegio (los citados equipos ingleses actualmente ni siquiera están en primera división).

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A la derecha de la imagen Ljubo «Catástrofa» Petrovic levantaba la orejona en 1991 antes de dirigir a Peñarol.

Las consecuencias a nivel de selecciones

Mientras el mapa del fútbol se acomodaba las selecciones del resto del mundo mantuvieron su nivel en la competencia. El afán por el éxito rápido perjudicó a los jugadores locales que se vieron «invadidos» por competencia no prevista y eso afectó por momentos a los seleccionados.

Pero las figuras de las selecciones europeas poderosas empezaron a salir de las fronteras de sus países y empezamos a ver españoles e italianos jugando en Inglaterra, más franceses y alemanes en España, y todas las combinaciones que quiera.

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Hasta 2002 la competencia siguió siendo pareja y la correlación de fuerzas entre Sudamérica y Europa todavía era cuestión de avatares del deporte.

Si tomamos en cuenta los 17 Mundiales que van desde 1930 hasta 2002, la alternancia entre Sudamérica y Europa fue constante, gracias al aporte de Brasil, Argentina y Uruguay que ganaron 9 Copas en ese lapso (la mayoría). Entre 2006 y 2018 el tanteador está 4 a 0 en favor de Europa, y tiende a ser aún más desparejo.

Las nuevas corrientes migratorias

También empezaron a sumarse las nuevas corrientes migratorias, esas que se vienen dando desde que nuestra especie se paró en sus dos patas traseras y salió en búsqueda de alimento cada vez más lejos desde alguna parte de África que los científicos ubican en distintos lugares según lo que se va descubriendo.

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Dichas corrientes migratorias van de zonas con menos recursos disponibles a las que más tienen, como toda la vida. Sepa disculpar el simplismo.

De las corrientes migratorias se nutrieron nuestras selecciones sudamericanas en la primera mitad del Siglo XX y nadie se espantaba si en la selección uruguaya había un Miguez, un Schiaffino y un Hobberg, si en Argentina brillaban Paternoster, Ferreira o Stabile o si el primer crack de la selección de Brasil fue un tal Arthur Friedenreich (goleador de la Copa América de 1919).

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En la primer Copa América disputada en Argentina en 1916 la delegación chilena pidió la anulación del partido con Uruguay porque los uruguayos habían jugado con 2 «africanos». Eran Juan Delgado e Isabelino Gradín, más uruguayos que el mate.

Hoy día parece que si en la selección de Italia no son todos blancos y con apellidos «tanos» no son italianos, y así podemos seguir todo el día con las demás selecciones europeas.

Este proceso sigue llevando grandes discusiones dentro de las naciones europeas y sus «orgullos nacionales».

El ejemplo de la delegación de Chile de hace 100 años como todo el fenómeno actual europeo uno trata de llamarlo «ignorancia» o «encasillamiento mental», pues se soluciona aprendiendo. Si la mano viene teñida de racismo (obvio que lo es también, Obdulio no se hace el boludo), el trabajo será más complicado.

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A los franceses les costó más de 20 años entender que para jugar en la selección alcanza con tener pasaporte francés.

Las selecciones europeas empezaron a nutrirse naturalmente de jugadores hijos de inmigrantes provenientes de todas partes del mundo o directamente nacionalizando a aquellos jugadores que les interesaban y no tenían lugar en sus países de origen (Lucas Torreira y Diego Poyet fueron tentados por Italia e Inglaterra para integrar sus selecciones, por ejemplo).

Las ligas europeas y sus selecciones se transformaron en un crisol de razas imparable, tal como lo fueron Uruguay y Argentina en la década del 20 y 30.

De los últimos 10 mundiales de clubes, 9 fueron ganados por equipos de Europa.

El escenario en Sudamérica

Al principio del nuevo escenario post Bosman el valor del pasaporte tenía tanto peso como el de las habilidades futbolísticas. Tener abuelos italianos o padres españoles pasó a ser una ventaja para jugadores latinos que competían por un mismo lugar. Hubo personas que conocieron como era la iglesia del pueblo por dentro solo porque fueron a buscar la partida de nacimiento de algún pariente que les sirviera de trampolín para el anhelado «pase salvador a Europa».

A medida que avanzó el tiempo, los «cazatalentos» europeos empezaron a buscar jugadores cada vez más jóvenes para formarlos ellos mismos. La ecuación costo-beneficio cerraba perfecta.

Es más rentable llevar a un juvenil con toda su familia y formarlos desde edades tempranas que contratar jugadores de 23 años o más que físicamente tienen que ponerse a tono con el resto y que no siempre se adaptan a vivir lejos de sus seres queridos.

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Empezamos a ver jugadores en las principales ligas que jamás pisaron una cancha de primera divisón en su país de origen. El caso paradigmático es Lionel Messi.

Mientras tanto, en Sudamérica siguen apareciendo nuevos talentos. Pero las condiciones técnicas de Neymar, Marcelo, Paulinho, James Rodríguez, Higuaín, Agüero, Keylor Navas, Diego Forlán o Edinson Cavani tuvieron que pasar obligatoriamente por el tamiz del fútbol europeo para transformarlos en jugadores de elite.

Por el momento no hay manera que la competencia a nivel doméstico y continental sudamericana esté al nivel del desarrollo europeo y en el largo plazo se paga a nivel de resultados. Podríamos extender este comentario a México.

En selecciones juveniles está pasando lo mismo que en algún momento le observamos a las selecciones africanas: potencia en juveniles que no explota en mayores.

Uruguay y Brasil siguen definiendo los campeonatos juveniles sub 20 (algo que ha perdido Argentina por autodestrucción), pero cuando llega el salto al fútbol profesional solo unos pocos jugadores son capaces de sobrevivir a la máxima exigencia.

Todo el esfuerzo que hace Uruguay para mantenerse en pie y ser competitivo a nivel internacional se sostiene con lo mejor de lo mejor de selecciones juveniles. Un número muy limitado de jugadores, que si me apura apenas llega a conformar un plantel de 23 para una selección mundialista.

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Sub-20 2013, de las que más aportó al proceso Tabárez a la selección mayor.

 

La consecuencia en selecciones mayores está a la vista: de los mundiales disputados en el Siglo XXI sólo 3 equipos sudamericanos jugaron semifinales: Brasil en 2002, Uruguay en 2010, Brasil y Argentina en 2014.

El escenario del fútbol internacional ha cambiado desde el citado Caso Bosman a esta parte. Rusia 2018 nos muestra una vez más la realidad actual y cuales pueden ser los caminos para emparejar el asunto otra vez.

Lo que alguna vez le pasó a Uruguay al ver como el resto evolucionaba mientras nuestros mayores logros quedaban cada vez más atrás en el tiempo se está extendiendo en el continente.

Argentina-Alemania

Está claro que llegó la hora de los procesos, de la paciencia, de tratar de ser cada vez más profesionales y entender que por ahora los europeos nos han sacado una gran ventaja.

Eso seguramente pegue en el ego y la vanidad de selecciones poderosas o aquellas que por buenos resultados circunstanciales o haber sido los mejores en alguna época crean estar en un pedestal que en realidad está sostenido por escarbadientes.

Mientras sigamos pensando que les vamos a ganar porque tenemos los mejores talentos que triunfan «allá», sin preparar mejor a nuestros juveniles e interrumpir procesos de evolución por apuros deportivos o económicos, seguiremos viendo como la Copa será levantada por otros y no volverá a este continente salvo por excepciones que cada vez serán más raros avatares del deporte.

 

Obdulio se puso reflexivo,

Obdulio son los Padres.

 

 

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