«El Torquay no baja»

Obdulio anduvo viendo en Netflix una serie llamada «Losers», que trata sobre historias de distintos deportistas o equipos que «perdiendo» ganaron mucho, o ganando ganaron mucho más que un campeonato o un título en particular.

Recomendable para ver, con capítulos de no más de media hora e historias para todos los gustos.

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Inspirado en uno de esos capítulos, Obdulio cuenta la historia del Torquay United, y su lucha por no desaparecer en las profundidades del fútbol inglés.

Obdulio advierte a los sensibles que contará la historia incluyendo el final, así que si decide no leer lo que viene, le recomienda leer «Los pasos de un ganador», que publicáramos hace un tiempo, adelantándonos al estreno reciente de la historia de Alexis Viera, en Netflix también.

EL TORQUAY NO BAJA

Fundado en el año 1899, Torquay United Football Club es el representante de Torquay, una ciudad costera que supo tener sus años de gloria en la Era Victoriana como atracción turística, ubicado en el sudoeste de Inglaterra, a unos 360km de Londres.

Obtuvieron su membrecía a la Football League en 1927 cuando ganaron la Liga Regional del Oeste, instalándose en las Ligas inferiores para siempre.

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En Plainmoor, el estadio de las Gaviotas, los hinchas veían como una y otra vez el equipo deambulaba entre las últimas posiciones de la tabla sin levante pero con la seguridad de la permanencia, hasta la temporada 1986-87 donde la reestructura del fútbol inglés golpeó fuerte en la realidad del club.

En aquella temporada, el último de la tabla descendería sin excusas a categorías inferiores, lo que provocaría probablemente la desaparición del club, sumergido en los confines del fútbol inglés. La quiebra era una posibilidad real al final del camino.

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El Presidente del club hizo de todo para armar un equipo competitivo, y salvar a Torquay del descenso. Acostumbrados a poner un equipo con jugadores semi-amateurs a un costo de 1,500 libras por partido en total, tuvo que romper la chanchita y manguear a un pueblo.

Entre otros, consiguió a un buen arquero con brazos largos pero corto de temple (tremendo cara de loco) y a un delantero de temer en la cancha pero con la noche pintada en la cara. El DT sería el galés Stuart Morgan, ex asistente técnico en el Bournemouth Football Club.

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El panorama se completaba con la precariedad de las instalaciones del club, que tenía a parte de su estadio quemado por un incendio occurrido en 1985, y la imposibilidad de trasladarse a las distintas canchas inglesas en un transporte adecuado, utilizándose una vieja ambulancia como el transporte oficial del plantel.

El incendio de 1985 redujo la capacidad del estadio de Torquay a apenas 5.000 espectadores.

La preocupación se había extendido por todo el pueblo que veía como su entretenimiento de los sábados corría peligro de extinción.

«Quien vaya a un partido y espere que Torquay gane es un idiota, creo yo»

Los equipos se acostumbran a ganar, pero también a perder. Es así que Torquay acumuló apenas 10 triunfos, 17 empates y 18 derrotas antes del último partido en Plainmoor.

La última fecha de la temporada 86-87 posicionaba al Torquay United en la penúltima posición con 47 puntos tras 45 fechas disputadas. Lincoln City era el rival en la tabla con 48 y Crewe Alexandra el rival en la cancha, instalado en la comodidad de la mitad de la tabla, sin presiones.

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El calor de Mayo había transformado a la cancha en un desierto duro e inhóspito para la práctica del fútbol. La pelota, que picaba más de lo deseado, se mezclaba con el polvo que levantaban los enjundiosos futbolistas.

«Nunca pensé que fuéramos a ascender, pero siempre cerí que éramos mejores que un club»

El partido empezó de la peor manera para el local. Antes de los primeros 20 minutos el Torquay estaba 0-2. Crew Alexandra tenía en el equipo a David Platt, quien anotó el segundo gol y se haría conocido un par de años más tarde al pasar al Aston Vila e integrar la selección inglesa, donde jugó 62 partidos anotando 27 goles.

El primer tiempo fue un martirio para los jugadores, que veían como sus posibilidades se le escapaban ante un rival superior y los nervios del posible fracaso.

Los hinchas comenzaron a mostrar su ira arrojando cosas a la cancha, provocando que la policía decidiera intervenir con efectivos acompañados por perros, algo poco frecuente por aquellos años.

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Lincoln City iba perdiendo, por lo tanto un empate era suficiente para Torquay, que permanecería en la cuarta división por diferencia de goles.

El segundo tiempo empezó peor que el primero, y al público se le terminó la paciencia a poco de la reanudación del juego.

La tensión entre la policía y el público era cada vez mayor, mientras los jugadores encontraban de la nada un tiro libre esperanzador. El Capitán Jim McNichol recibió el toque corto y le dio fuerte a la pelota, que tras desviarse en la barrera se metió en el medio del arco del Crewe.

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El 1-2 mantenía con vida a Torquay, que carente de ideas se tiraba arriba rebotando una y otra vez contra la defensa rival.

A poco de terminar el juego, McNichol fue a buscar la pelota, que se encontraba cerca de uno de los policías con perros, para hacer el lateral. El perro pensó que el jugador venía a atacar a su compañero, y sin dudarlo se lanzó sobre él mordiéndole el muslo.

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El juego estuvo detenido esperando por la recuperación del capitán, que ante la imposibilidad de ser sustituido decidió volver al campo al menos para mantener a su equipo con 11.

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Debido a la interrupción el árbitro concedió 4 minutos de adición, una rareza para la época y la última oportunidad para Torquay de lograr la hazaña.

Dobson desperdiciaba una jugada clara a los 46 y de a poco se empezaba a decretar el descenso. Los hinchas, en una mezcla contenida de furia e ilusión fueron testigos de la jugada que definió la suerte del equipo.

Torquay se limitaba a tirar la pelota para adelante, apelando a la conocida táctica Newton («tirala para arriba que para abajo viene sola»), y con lo último que les quedaba se fueron arriba.

Luego de innumerables rebotes para un lado y otro del área, la pelota le quedó al 10 del equipo rival, que en lugar de reventarla de un puntazo decidió bajarla y salir jugando. Pero la presión de Torquay lo hizo retroceder cada vez más, dejándole la pelota al central que no supo que hacer. Con la caña al hombro estaba Dobson, que se aprovechó del entrevero y recibió sólo frente al arquero.

El derechazo del 9 infló la red del arco del Crewe y desató la locura de los hinchas.

Torquay logró mantener la categoría.

El perro que mordió al jugador de Torquay, permitiendo la adición del árbitro terminó siendo reconocido como el responsable de la hazaña. Su mordida posibilitó el momento para el gol de Paul Dobson.

Jim McNichol meeting Bryn the police dog
Días más tarde McNichol y Bryn, el perro policía, se reconciliaron.

Torquay no jugó bien aquel partido y ni siquiera lo ganó, pero los hinchas terminaron llevando sobre sus hombros a los jugadores y al técnico como héroes.

La gente salió a festejar por la ciudad, llenando los bares, abrazándose con el vecino o algún desconocido. El festejo no fue por ganar un campeonato. Fue la celebración del alivio, sabiendo que para la próxima temporada Torquay volvería a las canchas para completar sus vidas el sábado a la tarde.

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El fútbol tiene miles de historias y anécdotas para contar, muchas de ellas escritas por equipos o selecciones famosas. Sin embargo, cuando viajamos a las profundidades de las ligas, la gloria y la fama dejan lugar a este tipo de anécdotas terrenales, que hacen más grande al deporte que más nos gusta.

 

 

Obdulio no muerde,

Obdulio son los Padres.

 

Obdulio le agradece a su amigo que vive en México la recomendación de la serie.

El capítulo llamado «The Jaws of victory», traducido como «La victoria en los colmillos» es parte de la serie LOSERS, original de Netflix, de donde sacamos los testimonios que se transcribieron y publicaron textualmente para ilustrar el post.

 

El reporte del partido y el encuentro del player con el can agresor los tiene aquí:

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