Obdulio se ganó unas entradas para un partido del DC United y generoso como siempre nos invitó para ir a verlo con él siempre y cuando pagáramos el pancho y el refresco.
Fue así que aprovechando que la selección uruguaya en los Panamericanos ya estaba clasificada (le ganó 3 a 0 a Honduras), nos fuimos hasta el Audi Field de Washington DC para presenciar el match entre DC United contra Philadelphia Union.
Para poner un poco en contexto, la MLS inició su jornada 25, en medio del partido de las estrellas de la MLS y el Atlético de Madrid.
El equipo local estaba apenas 3 puntos por detrás de su rival en la Conferencia del Este. Filadelfia estaba igualado con Atlanta en 39 puntos mientras que DC United marchaba en la cuarta ubicación en un panorama apretado.
Otro detalle a destacar era el poderío ofensivo de la visita (41 goles contra 31 del United), mientras que el local mostraba en la tabla menos cantidad de goles en contra (26 contra 36).
La llegada a Washington DC incluyó la búsqueda de un lugar para estacionar, que se cotiza en oro por estos lugares. El estadio, inaugurado el año pasado está cerca del «Nationals Park», estadio del equipo de béisbol llamado obviamente «Nationals».
Con la precaución de la patrona que sugirió salir temprano, encontramos un lugar frente al estadio y allí comenzó nuestra experiencia en un entorno nuevo para nuestras costumbres futboleras.
El ambiente familiar predominaba la escena entre algunos juegos para entretener a los críos y un par de «foodtrucks» para alimentar a las fieras. Las puertas se abrieron puntualmente a las 18:00 como estaba pactado y luego de un breve chequeo de seguridad estábamos dentro del estadio.
Al ingresar te entregaban un programa con datos de los equipos incluyendo las alineaciones titulares. En la MLS no hay espacio para el misterio de los entrenadores y el espectador sabe de antemano quienes juegan.
El Audi Field tiene una capacidad aproximada de 20.000 personas. Sus tribunas cercanas a la cancha y con una inclinación un poco más pronunciada de la normal nos indican claramente que se aprovechó cada centímero del predio.
Más allá que la visual era buena desde todos los puntos de la cancha, los asientos que había conseguido Obdulio ofrecían un panorama muy bueno.
El público de a poco se iba arrimando a sus lugares, mientras el centenar de hinchas visitantes se ubicaron en un sector no muy lejano a donde estábamos. Disfrutaron y cantaron los 90 minutos.
Toda la seguridad en el interior del estadio era garantizada por hombres y mujeres de una empresa privada, casi ninguno con aspecto de hacerte una llave paralizante para llevarte de patitas a la patrulla más cercana. Por el contrario, gente amable que te daba la bienvenida al estadio y te saludaba a la salida.
Aclaro que cuando cuento lo que pasa por estas tierras me refiero exclusivamente a la realidad de esta zona, que probablemente difiera de otras en los Estados Unidos como en muchos otros temas.
Luego de comprar alguna cosita para tomar y comer, nos dispusimos a ver un partido que contaría con la presencia del inglés Wayne Rooney en la cancha jugando para el United.
Música de fondo y la posibilidad de postear tu foto para que la puedas ver en la pantalla gigante eran los únicos atractivos que ofrecía el espectáculo para hacer tiempo. Nada que te distraiga para comprar tu superpancho y refresco.
El himno se ejecutó como en cualquier evento público que se precie de tal (se hace hasta en una carrera 5K), interpretado por una muchachita con una voz envidiable.
El partido mostró las intenciones de ambos equipos desde el inicio. Filadelfia buscaba evoluciones en corto y presionaba la salida de los centrales locales, mientras que DC buscaba con pelotazos largos a los dos petisos argentinos que jugaban por afuera: Lautaro Acosta y Lucas Rodríguez.
Rooney y Arreola intentaban intercambiar posiciones en el centro del ataque y el armado, aunque todo esto duró menos que poquito.
Es que a los 3 minutos los visitantes presionaron la salida de la lenta e inexplicable línea de tres final del United, para terminar la jugada con un tiro de Alejandro Bedoya que se metió bien contra el palo ante la pasividad de todos.
La oposición que el United le podía imponer a Filadelfia era bastante poca y apenas si lograban arrimarse al arco rival cuando los innumerables pelotazos cruzados encontraban bien ubicados a los ya citados argentos, para diluirse por lo general al borde del área.
Pero más allá del desarrollo del partido me resultó interesante contrastar un choque de culturas futbolísticas bastante grande en las tribunas con lo que acostumbré ver y hacer siempre en un estadio.
Digamos que el ambiente se asemejaba mucho al de los partidos de la selección uruguaya con muchas mujeres y niños entre el público. Ambiente familiar puro y duro.
La típica escena de papá con el nene que vi toda mi vida en Uruguay aquí cambiaba a la de mamá con las nenas que se venían a ver el partido solas.
Siempre que fui a un partido de fútbol generalmente compartía las mismas reacciones que el resto del público. Se festeja un trancazo, se aplaude un caño o se grita «oleeeee», se alienta cuando la pelota se va al corner, se le recrimina al juez los fallos o se grita «goooool» si nuestro equipo la mete en el arco.
Sin embargo durante los 90 minutos tanto mi esposa como yo nos sentimos ajenos a las reacciones de la gente, como si se tratara de públicos que ven espectáculos diferentes.
Las amarillas al rival se festejaban como un gol, mientras que un cambio de frente donde el jugador recibe a 50 metros del arco provocaba el aliento tal como el de una proeza deportiva, sin embargo un corner apenas provocaba entusiasmo y un gol mezclaba gritos personales que no se confundían en ninguna palabra común.
Nadie se paraba a reclamar «orsai» cuando el puntero rival se la llevaba en posición sospechosa.
Al final del primer tiempo volvieron las emociones con un penal para Filadelfia que provocó la expulsión de un volante de DC. El jugador visitante casi saca la pelota del estadio en el penal, pero en los descuentos el colombiano Bedoya ponía el 2 a 0.
Dentro de las cosas que me interesaba ver estaba el inglés Rooney.
El ex capitán de la selección inglesa me provocó una mezcla de «como está robando la plata este tipo» y «que crack este loco que le pone onda pese a la jauría que lo rodea».
Es que como no le llegaba una sola pelota, el tipo se retrasaba en la cancha para por lo menos justificar su presencia. Era evidente la diferencia de nivel entre él y sus compañeros, pero uno va a ver a Rooney para que haga goles no para que deambule al trote por el círculo central.
En el segundo tiempo debido a que su equipo estaba con 10 pasó a jugar de «doble 5» y se dedicó a sacar pases largos a sus compañeros de ataque y a tirar todos los tiros libres, incluso los centros desde la mitad de la cancha. No hacía los saques de arco para permitirle al golero que tocara alguna pelota.
A los 7 minutos cayó el 3 a 0.
De un centro suyo vino el 1-3 para el United, pero la impotencia le ganaba en más de una ocasión al ver que luego de tirar una pared le devolvían un ladrillazo y el partido no le ofrecía muchas opciones de destaque.
Un gran pase suyo casi provoca el gol con una jugada que Acosta definió apenas ancha por encima del arquero. Luego de esa jugada y otra que Rodríguez definió mal sin la oposición del golero a DC el arco rival le quedó muy lejos.
Los espacios disponibles en la cancha eran mayores a los habituales, y el equipo visitante tocaba la pelota casi sin oposición. El cuarto gol llegaba con varios toques adentro del área cerrando así cualquier posibilidad de reacción a los 25 del complemento.
De los pocos sentimientos que compartí con el público fue el de indiferencia por el resultado del partido, lamentando que mi hijo no se fuera contento del estadio porque el equipo al que vino a ver estaba siendo superado.
Una vez consumada la goleada había opciones bien claras: seguir viendo el partido en piloto automático, irse para casa temprano o ir a por otra ronda de Coca-Cola.
En nuestro caso nos quedamos hasta que la insistencia del crío terminó de vencer nuestra voluntad y nos fuimos sin de ver el quinto gol que llegó en la hora mientras estábamos ya en la puerta de salida del estadio.
Durante la caminata hacia el auto la gente hablaba de sus planes para mañana, del tránsito pesado a la salida o de cualquier otro tema ajeno a lo que pasó en la cancha, a diferencia del después de los partidos que presencié toda la vida.
Nada de quejarse de los cambios, del juez o de las manos enmantecadas del golero. Eso no nos hace mejores ni peores.
Reconocer las diferencias culturales en una cancha de fútbol y convivir respetuosamente fue la lección que me llevé del Audi Field anoche.
Pasamos una tarde/noche preciosa, volviendo a ver fútbol en vivo después de muchos años, compartiendo el tiempo con la familia y Obdulio.
El resultado fue lo de menos.
AUNQUE PODRÍAN LEVANTAR UN POQUITO LAS PATITAS, MANGA DE PERROS! ESTAN ROBANDO LA GUITA!
EL BOTIJA SE ME FUE TRISTE Y LE VA TERMINAR GUSTANDO EL BÉISBOL! ACA NO PUEDE VENIR CUALQUIERA Y HACERNOS 5 GOLES!
ESTO ES DC, PAPÁ!
Obdulio en la MLS,
Obdulio son los Padres.