Obdulio ha escrito sobre la evolución de nuestro football desde los inicios, repasando especialmente el primer cuarto del Siglo XX más dos series especiales: Uruguay en la Copa del Mundo y Uruguay en la Copa América.
Dentro de los amables seguidores que nos escriben se destacó el contacto de uno, con un mensaje que resumo de esta forma:
«Don Obdulio,
No se mucho de fútbol pero me gusta cuando postea cosas sobre arquitectura y a veces me entretengo con el «unoxuno» de la selección.
Mi abuelo fue testigo de la hazaña de los campeones olímpicos, a los que conoció personalmente. Hace poco vendimos su casa y mientras limpiábamos nos encontramos con unos manuscritos que tal vez le puedan servir para contar sus historias.
Si le interesa le puedo escanear las páginas y enviárselas a un mail para que reciba estos archivos. Le comento que tengo bastante material porque mi abuelo viajó mucho por trabajo y le gustaba documentar todo.
De paso le mando una foto del estadio de Colombes que saqué hace un tiempo cuando estuve de visita.

Le envío un saludo y espero que le interese mi propuesta.»
Obviamente Obdulio recibió gustoso el material e inspirado en la historia de este caballero resolvió cambiar el formato de sus post y contar la hazaña de los Olímpicos en formato «novela».
Espero que la disfruten y la puedan compartir entre sus contactos.
COLOMBES 1924
La historia de un uruguayo en los Juegos Olímpicos de París
CAPITULO I – Trato hecho
Finalmente el ansiado viaje había llegado. Tan solo dos semanas en el barco me separaban del destino anhelado desde que terminé la facultad de arquitectura. Conocer Europa se dio de la manera menos pensada, pues no lo iba a hacer por placer, sino por trabajo.
Por aquellos tiempos trabajaba en la construcción del Palacio Salvo. No en la dirección de obra, sino en la adquisición de materiales. Se me había confiado la tarea de la compra del granito para las columnas de la recova del edificio que, según indicaba la normativa, debían formar parte de la serie de columnas que rodeaban a la Plaza Independencia.

Me despedí de mis padres el domingo en el almuerzo familiar, por eso el lunes me encontraba solo en el puerto esperando la señal para abordar.
Mi oficina quedaba por la calle Piedras así que esa misma mañana pasé a buscar la documentación necesaria y temprano, como acostumbro para todo, me encontraba frente al barco.

Traté de ir liviano de equipaje, pues pensaba comprarme algo “a la moda” en Europa. Además, el cambio de hemisferio me favorecía. La ropa gruesa y voluminosa la iba usar solo para parte del viaje. El resto sería en el final de la primavera boreal. Así que me fui con mi maletín de cuero, el tubo de planos y una valija.
La ciudad de Montevideo quedaba atrás muy rápido, y trataba de recordar esa imagen, pues en no mucho tiempo el paisaje iba a cambiar debido a la presencia del gran edificio proyectado por el arquitecto italiano Mario Palanti.
El viaje me dio tiempo para escribir, hacer algunos bocetos y reflexionar sobre la nueva ciudad y su futuro. Montevideo estaba creciendo y me sentía parte.

La primera escala sería en Le Havre desde donde seguiría hasta Hamburgo para encontrarme con el representante de una empresa alemana reconocida por la calidad de sus canteras de granito; de allí me trasladaría a Carrara, Italia, para observar la extracción de los mármoles en la zona de los Alpes de donde se obtiene y volver con otro negocio cerrado a Montevideo. El propio Palanti me había conseguido una visita guiada, así que mi agenda no contaba con mucha flexibilidad.
En el medio me había reservado unos días para conocer París y un par de días para conocer Roma luego de la visita en Carrara.
El viaje interoceánico demoraría 3 semanas, así que la travesía merecía al menos el mismo tiempo en tierra firme. Luego de Roma pensaba conocer Berlín, Bruselas y Amsterdam hasta llegar a Le Havre para mi partida rumbo a Buenos Aires y posterior llegada a Montevideo.
La reunión en Hamburgo fue todo un éxito. Mi conocimiento del alemán se limitaba a escasas palabras (que me permitían saludar, orientarme y pedir comida), pero en la zona portuaria se hablaba el idioma que quisiera, siempre y cuando se vaya con intenciones de hacer buenos negocios.
Antes de partir a París, mandé un telegrama a Montevideo, con la idea de demostrar la efectividad de mi trabajo y olvidarme de él por tres días:
“Hamburgo: Trato hecho. Saludos”
CAPITULO II – París y los Juegos
Al llegar a París, me alojé cerca de la Torre Eiffel.
Había hecho buenas migas con el asistente de Palanti, y este me había recomendado un sitio que era regenteado por un argentino que nos hacía buen precio. Su padre había comprado la propiedad durante la construcción de la torre, pues los precios se habían desplomado en la zona debido al miedo a que tamaña estructura se viniera al suelo.
La Torre Eiffel fue construida para la Exposición Universal de 1889 y terminó siendo el símbolo de la ciudad años más tarde.

Desde mi habitación tenía una vista casi total de la torre y le dediqué un rato a mi primer croquis parisino. A diferencia de mis últimas imágenes de mi querido Montevideo, trataba de imaginarme aquel paisaje sin la potencia vertical de la torre en contraste con la potencia horizontal de los edificios de los grandes bulevares, promovidos por Haussmann a mediados del siglo pasado.
Los Juegos Olímpicos habían empezado a principios de mayo y se extenderían hasta finales de julio. Fue ahí que me di cuenta que tal vez la selección uruguaya de fútbol ya habría participado, porque habían embarcado más o menos un mes antes de mi partida.
Se habían ido de forma tan silenciosa que apenas si algunos fueron a despedirlos. Lo recuerdo muy bien porque esa mañana me encontraba esperando en la aduana un embarque de nuevas herramientas que nos permitirían seguir con la excavación del terreno al ritmo planificado.

Los peritajes nos indicaron la excavación de unos doce metros hasta el manto rocoso para la cimentación y desde allí comenzar a levantar el edificio, que será el más alto construido en América Latina y el más alto del mundo construido exclusivamente en hormigón armado.
He crecido casi en paralelo al desarrollo del fútbol, viendo los partidos de mi querido Wanderers junto a mi abuelo, siempre detrás del arco de Cayetano Saporiti hasta su retiro en el año veinte. Pero los líos entre los clubes y el cisma en la asociación me tenían alejado de las canchas y las noticias.

Con las manos un poco manchadas en grafito me fui escaleras abajo buscando un diario para informarme sobre los Juegos Olímpicos y ver si decía algo sobre el fútbol.
Me encontré con una columna sobre los entrenamientos de natación y un destaque especial sobre un muchacho invencible: un tal Johnny Weissmüller.
El calendario adjunto en el diario marcaba que fútbol empezaría el 25 de mayo, justo el día de mi visita a Carrara. El estreno de Uruguay era el 26 contra Yugoeslavia* por la fase preliminar. Me preguntaba que habrían hecho un mes antes por acá. Tal vez jugaron algún partido amistoso para foguearse.
Selecciones como Holanda, Francia, Suecia, Bulgaria o Bélgica, el actual campeón olímpico, estaban clasificadas directamente a la fase final de 16 equipos, mientras que por sorteo se determinaban los cruces entre los otros equipos para completar el cuadro final.
Mientras cerraba el diario lamentaba no haber considerado la participación de nuestro equipo de fútbol en los Juegos Olímpicos dentro de mis planes, pero un grito en el lobbie del hotel cortó mi frustración y cambió el destino de mi viaje:
“¡Pero! ¡¿mirá a quién me vengo a encontrar?!
¡Colega!
¡Amigo!”
Antes de poder responder nada me encontraba abrazado con alguien supuestamente conocido a quien estaba manchando su camisa con mis manos llenas de tinta y grafito.
Con el arquitecto Rodrigo Odriozola compartimos los años de facultad y me abrazaba como si lo hiciera con su propia madre, aunque la frase que logró esbozar apenas se despegó de mi cuerpo me hizo entender sus intenciones mientras revoleaba su sombrero:
“¡Al fin alguien que sabe francés!
¡Vos vas a ayudar a los campeones del mundo!”
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Obdulio Olímpico.
Obdulio son los Padres
Notas:
- Obdulio le agradece a su amigo «el irlandés» por los consejos sobre escritura. Nada mejor que la opinión de un profesional.
- *«Yugoeslavia» era la forma en la que se llamaba a Yugoslavia en la década del 20 por nuestras tierras, siguiendo el mismo critero con «Checoeslovaquia». Deletreada de esa forma la podemos encontrar en el barrio Nuevo París de la ciudad de Montevideo.
Fuente de imágenes:
Imagen 1: Plaza independencia, 1923. http://cdf.montevideo.gub.uy/fotografias/el-monumento-artigas-en-la-plaza-independencia#
Imagen 2: La Giralda, 1922. Croquis de PM
Imagen 3: Palacio Salvo en construcción. http://cdf.montevideo.gub.uy/exposicion/la-silueta-del-salvo-fotografias-del-cdf-0#
Imagen 4: Exposición Universal 1889. https://www.clubdealtarelojeria.com/2018/03/03/1889-de-paris-a-mexico/
Imagen 5: París 1924. https://www.buzzfeed.com/gabrielsanchez/life-in-1920s-paris-looks-just-as-magical-as-you-think
Imagen 6: Aduana de Montevideo, 1924. http://cdf.montevideo.gub.uy/buscar/fotos/ciudad%20vieja
Imagen 7: Cayetano Saporiti en acción. http://montevideoantiguo.net/index.php/futbol/cayetano-saporiti.html
Imagen 8: «The Indianapolis News» – Recorte de diario del 24 de Mayo de 1924. https://www.newspapers.com/clip/3673645/broad_ripple_pool_olympic_trials/
Que no decaiga esa cronica obdulio. Pa cuando un crowfunding para obdulio impreso?
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