Hoy juega Uruguay contra Costa Rica por una nueva Fecha FIFA a las 23:00hs, una hora menos según el huso horario del lejano norte.
Mientras trata de buscar como ver el partido en el exterior Obdulio les deja un nuevo capítulo de Los Olímpicos.
La final parece estar más cerca y hoy repasaremos el partido contra el local por los cuartos de final en un partido cambiante.
CAPÍTULO X – URUGUAY – FRANCIA
El sorteo de la ronda de los 8 mejores puso a Francia en el camino de Uruguay.
A los locales no les causó mucha gracia enfrentarse al equipo que había generado la admiración de sus propios hinchas y mucho menos en instancias previas a la posibilidad de entrar en el podio.
La similitud de los colores de las camisetas provocó otro sorteo para designar el cambio de vestimenta de una de las dos escuadras, por lo que debían presentar una opción alternativa.
Francia tenía como alternativa una camiseta de color rojo, pero la selección uruguaya nunca había tenido la necesidad de cambiar la celeste, pues ningún equipo sudamericano presentaba esta dificultad.
La delegación uruguaya había entendido las reglas del juego y como ganarse las simpatías del público con pequeños gestos que sumaban al espectáculo que ofrecían dentro de la cancha, como ingresar al campo con la bandera propia y la del rival de turno saludando al público presente.
Fue así que decidieron que la camiseta de alternativa de Uruguay sería la de la selección argentina.
La gran colonia de argentinos en París tomó con agrado esta decisión sumándose con fervor al aliento de nuestros players como verdaderos hermanos rioplatenses.
Al final el sorteo lo ganó Uruguay y conservó la camiseta celeste, dejando el rojo para el local.
Domingo 1ero de Junio, Estadio de Colombes
Uruguay volvió al estadio de Colombes pero esta vez con entradas agotadas. Odriozola me había dado la mía el mismo día del sorteo de las camisetas y me pidió que recordara el camino que había hecho la tarde del 7 a 0.
Le comenté que aquella tarde había llegado directo desde Carrara a la estación del tren y su respuesta fue tajante:
“Nada de caminatas ni croquis. Se toma el tren y respeta el camino, por favor”.
En la estación del tren los nervios me empezaron a ganar, pues no era el único que había decidido ir a ver el partido. La gente se agolpaba sobre los andenes para lograr su lugar en algún vagón que desde estaciones previas llegaban completos.
Tras esperar un rato decidí caminar.
El día del partido inaugural llegué sobre la hora por motivos conocidos, pero para este partido había tomado las previsiones habituales, aunque la caminata me iba a dejar en el estadio muy sobre la hora.
Apuré el paso y según mis cálculos iba a llegar a tiempo para el saludo de rigor y el puntapié inicial. Cuanto más cerca del estadio me encontraba, más gente tenía que evitar a mi paso. Es que el interés por aquel partido había superado todas las expectativas. Las crónicas posteriores indican que más de 10.000 personas quedaron afuera del estadio.
Al llegar a la entrada comenzó a sonar la Marsellesa, y los boleteros detuvieron sus tareas para escuchar respetuosos el himno francés. Parecía que no iba a entrar más a ese estadio y no podría repetir la rutina de la suerte.
Tras el último acorde de la banda militar el boletero cortó mi entrada y me fui al encuentro de mis compatriotas.
El público de pie escuchaba respetuoso las estrofas del Himno Nacional, mientras saco y sombrero en mano perturbaba a los franceses con mi paso a puro empujón. Ya sobre el final logro llegar a mi lugar.
Jadeando, apoyo mi mano sobre el hombro de Odriozola y con el poco aire que me quedaba completé las últimas dos palabras que se debían cantar:
“…sabremos cumplir”.
Los saludos se repitieron otra vez en el orden consabido, y cada uno en sus lugares se dispuso a ver el partido. El vasco comprendió mi demora pero quiso asegurarse de que mi llegada fue la pactada.
Le dije que la estación cercana al hotel estaba abarrotada, pero que en la previa logré un lugar en la línea 5, tranquilizando a mi colega que repasaba mentalmente cada cábala a cumplir. Supuse que una mentira piadosa no iba a afectar el destino del partido.
Uruguay estaba confiado de su poderío y seguía con el plan de regular fuerzas. Se habían planteado jugar del mismo modo que contra Estados Unidos tratando de resolver el pleito lo más rápido posible.
Vidal no se recuperó del golpe recibido en el partido previo y cedió su lugar a Alfredo Zibechi en la posición de centrojás. Alfredo Ghierra volvió a volantear por izquierda, saliendo Tomassina.
Andrés Mazali
José Nasazzi Pedro Arispe
José L. Andrade Alfredo Zibechi Alfredo Ghierra
Héctor Scarone Pedro Cea
José Naya Pedro Petrone Angel Romano
Tácticamente Nasazzi era el back que jugaba un poco más retrasado; el centrojás se hundía en defensa y estaba listo para recibir la pelota y lanzar el ataque. Andrade era una salida fantástica por derecha y la magia de Scarone armaba un circuito temible por ese lado de la cancha.
Naya aportaba mucha velocidad y juventud por derecha, mientras que Romano era todo experiencia y talento por izquierda. Pedro Cea aparecía siempre en los momentos más complicados y Petrone era un goleador insaciable con un remate muy potente.
El local alineó a Pierre Chayrigues en el arco; Ernest Gravier y Marcel Domergue; Antoine Parachini, Jean Batmale y Philippe Bonnardel; Jules Dewaquez, Jean Boyer, Paul Nicolas, Edouard Crut y Raymond Dubly.
No había pasado el primer minuto de juego cuando Scarone puso el primer gol del partido; este equipo no precisaba de la ayuda de ninguna superstición.
Pero a los 12 minutos mi aseveración se puso por un instante en duda.
Andrés Mazalí atajaba usando buzos de lana, y aquella tarde en París fue de las primeras donde pasó más calor debido al ataque rival que logró vencer su arco a los 12 minutos por intermedio de Nicolas.
Los siguientes minutos los padecí. Odriozola había terminado su quinto cigarrillo y ya me había preguntado tres veces si estaba seguro que me había bajado en la misma estación que el partido inaugural. Los diez minutos que separaron el empate francés y el segundo gol uruguayo me hicieron sudar más que mis caminatas por la ciudad.
Scarone lograba su doblete en el partido.
Nunca lo pude confirmar, pero se dice que los jugadores se habían planteado no golear a Francia, y sabiéndose superiores controlaron el partido con la idea de mantener al rival lejos del arco propio amenazando con un tercer gol que al parecer no querían hacer.
No se si esto es verdad, pero la intensidad del partido había bajado notoriamente.
Hubo tiempo para una nueva consulta cabalera de Odriozola y el único reclamo de la tarde: “No le apostaste nada?, Se va a ir sin hacer goles!”. Me empezaba a cansar un poco todos los detalles que había que tener en cuenta.
El público francés había mostrado su admiración por nuestro equipo y vivaba las jugadas de los celestes tanto como las de su equipo. Era muy extraño, pero no parecíamos visitantes.
Sin embargo, a los 10 minutos del segundo tiempo Andrade le hizo un foul muy duro al wing izquierdo. El público comenzó a silbar y abuchear la entrada del uruguayo. El gesto que le vi al moreno presagiaba cosas complicadas para los franceses.
Tras reponer, Uruguay recuperó la pelota y Andrade la empezó a pedir con insistencia. El negro se había calentado y la tregua diplomática había terminado para él.
Agarró la pelota desde nuestro campo y hamacando su cuerpo empezó a eludir rivales que parecían estacas a su paso. En realidad los rivales ponían todo su empeño para sacarle la pelota pero la habilidad de “la maravilla negra”, era demasiado para ellos.
Combinó con Scarone que de primera lo puso en carrera con un pase milimétrico. Llegó al fondo de la cancha y le tiró un centro perfecto a Petrone para poner el 3 a 1 a los 13 minutos.
Pero la calentura no se le había pasado y repitió la jugada unas 2 ó 3 veces hasta que otra vez se escapó por derecha, pero esta vez amagando el pase a Scarone y dejando desairado al defensor que se había jugado a cortar el pase. Su centro certero fue conectado otra vez por Petrone de volea para poner el 4 a 1.
“Perucho” sabía donde estábamos ubicados e hizo otra vez el gesto inequívoco de la botella. No había jugado nada con él previo al partido, pero el vasco me aclaró las cosas rápidamente respecto a las cábalas: “no soy el único, mi amigo”.
Francia comenzó a presentar los mismos síntomas que los yugoeslavos en el primer partido. La impotencia ante un rival notoriamente superior los desconectaba por momentos de un juego que sabían que estaba perdido.
Los delanteros uruguayos se contagiaron de Andrade y apretaron el ritmo para conseguir el quinto que llegaría a siete del final por intermedio del loco Angel Romano tras una combinación con Cea y Petrone.
El 5 a 1 final fue apenas una muestra de la superioridad a nivel técnico, físico, táctico y colectivo.
El público aplaudía de pie al team uruguayo que una vez más tuvo que tomarse su tiempo para salir de la cancha saludando a los presentes.
Suecia, Suiza, Holanda y Uruguay se disputarían en primer torneo de fútbol que incluyó selecciones de todos los continentes. La recta final planteó de manera decidida una competencia entre Europa y Sudamérica.
Los dirigentes europeos, algo molestos con este invitado desconocido que ha arrasado con todos a su paso, dividían su favoritismo por sus selecciones. El público simpatizaba por Uruguay.
En Uruguay las separatas especiales sobre la suerte del combinado en Colombes comenzaron a brotar en todos lados. La fiebre olímpica había cruzado el océano para instalarse de manera definitiva.
«El invicto team uruguayo» seguía su camino triunfal rumbo a la final.
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Obdulio avanza,
Obdulio son los Padres
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