Cuando los imbéciles tienen puntería

El cambio de proveedor de servicio de transmisión de los partidos del fútbol uruguayo aumentó el costo del mismo para quienes pagamos para ver los partidos desde el exterior. Un 50% más a cambio de tres partidos por semana y la transmisión de VTV las 24 horas me pareció un exceso que jugaba con la necesidad de los que vemos el fútbol uruguayo más el (pésimo) servicio que ofrecía así que decidí no pagar más.

En definitiva, no podía avalar tamaña metida de mano en el bolsillo con el costo de no ver más a mi querido Peñarol y el resto de los partidos para luego pegarle una comentada en este blog. Otros operadores por menos dinero te ofrecen la liga española (todos los partidos) más 20 canales extra por mucho menos plata y mejores contenidos.

Sin embargo, el no haber visto el clásico que terminó coronando a Nacional campeón (que escuché por la radio mientras caminaba por el barrio) no me impide compartir en este espacio mi punto de vista sobre lo ocurrido después durante los festejos.

Hace unos 25 años fui a ver un clásico por el campeonato uruguayo, no recuerdo si era apertura o clausura, lo que si me acuerdo es que había una niebla tremenda que apenas divisabas el arco de la tribuna opuesta.

Como de costumbre iba a la tribuna Amsterdam, la única que mis magros bolsillos de adolescente me permitían pagar y que me ofrecían a la vez «el calor de la tribuna» y «la fiesta del fútbol».

Aquella tarde algo cambió y comenzó lentamente a alejar de las canchas cada vez a más gente.

En la previa al partido empezó a correr la noticia de que alguien había muerto en las afueras del Estadio. El partido se jugó y de los detalles (pocos en épocas donde no se accedía a las noticias al instante) los supe al llegar a casa.

En efecto, un hincha de Nacional murió en el monumento a los campeones del mundo  de Maracaná frente a la tribuna Colombes por el simple hecho de no vestir la misma camiseta del que lo mató.

Diego Posadas fue el primero de una lista que se empezó a agrandar desde que memorizo estas cosas y que parecen no tener solución. Seguro hubo gente que murió antes, pero ese día es el que recuerdo porque estaba en el Estadio y había pasado por ahí minutos antes, como tantas veces había pasado e hice luego.

Al llegar a casa me cuestioné la pertinencia de seguir yendo a los clásicos, pero como a mi nunca me había pasado nada consideré que no era buena idea dejar de ir y alentar por mis colores. Había sido un caso aislado, me decía, y seguro no se iba a repetir.

Que ingenuo.

Les recuerdo que esto pasó hace veinticinco años, mucho antes que viéramos fotos desde todos los ángulos de una garrafa cayendo desde una tribuna, pasando por videos que muestran como hinchas de un equipo andaban a los tiros en una plaza de Santa Lucía mientras los del otro festejaban el cumpleaños de su cuadro o el que sucedió en la noche de ayer, donde con claridad se puede ver a un imbécil balear a alguien por el simple hecho de festejar por el cuadro «equivocado».

Ahora no solo lo sabemos sino que lo podemos ver con la crueldad del detalle de los videos.

Tengo muy presentes dos episodios de violencia en el fútbol. Uno fue el crimen cobarde de Hector Da Cunha apuñalado frente a su familia por vestir la camiseta de Cerro en 2006, y el otro fue el que viví junto a mi novia (quien hoy es mi esposa), donde padecimos un viaje desde Montevideo a Solymar tras un clásico (nosotros veníamos desde el centro) con hinchas de Peñarol y Nacional discutiendo en el ómnibus más un incidente con más hinchas que desde fuera del 221 que nos llevaba a casa tuvieron la genial idea de atacar con piedras a los que estábamos adentro.

Ahora me había pasado algo.

Después de cada uno de estos casos, salieron los dirigentes de fútbol con gesto adusto ante cámaras comprometiéndose a trabajar para que esto no pase más y a las autoridades de turno con el mismo semblante prometen trabajar para prevenir futuros incidentes.

Las medidas que se toman siempre perjudican a los que no hacemos lio, pues los que convivimos pacíficamente en sociedad no andamos armados por la calle, no estamos dispuestos a pelearnos con nadie por llevar una camiseta diferente ni cargamos piedras para tirarle al bus que lleva a los del otro cuadro.

Primero se dividieron las tribunas (1987), luego del caso Posadas (1994) empezaron las zonas de exclusión, en 2009 llegó el «pulmón» en la tribuna Olímpica, luego la llegada a la cancha por distintas vías y más tarde la separación de ómnibus donde parece que tampoco podemos convivir. Llegaremos al ridículo de vivir en ciudades diferentes.

Los festejos por el campeonato uruguayo de Nacional se apagaron rápidamente tras el fallecimiento de un muchacho que cometió «el error» de salir a festejar por sus colores.

Van a pasar los años, los gobiernos y los dirigentes y seguiremos padeciendo lo mismo con la diferencia que ahora lo podremos ver en HD Ultra 5K, L, XL o la que inventen. Lamento el pesimismo, pero es lo que siento.

Los que siempre salimos perjudicados somos los que resignados vemos como es imposible ir a la cancha con un niño, ya no podemos ir con un amigo del otro cuadro «a la tribuna tranquila», no podemos festejar nada y con suerte lo miramos por TV mientras sigue habiendo imbéciles sueltos como el de anoche que por el solo hecho de no compartir colores de camiseta andan a los tiros contra los que no les gusta.

Parece que tiene que pasar algo para entender que la violencia está instalada entre nosotros y que por una cuestión de puntería no hemos lamentado más víctimas como la de anoche.

Educar, prevenir y reprimir parece no ser suficiente para gente que vive en una realidad paralela y no entiende nada sobre vivir en sociedad.

Tirar a los leones hambrientos a este tipo de sujetos pareciera un castigo un poco cruel para los leones que tendrían que alimentarse con mierda.

Lo peor de todo es que el próximo febrero mientras discutimos por el discurso de las murgas en Carnaval o la poca representacion femenina en el Parlamento nos estaremos preguntando cuando empieza el campeonato y tanto de este muchacho muerto como de su asesino casi nadie se va a acordar.

Volveremos a hablar del tema y pedir que por favor alguien haga algo la próxima vez que éstos sujetos despreciables den en el blanco.

 

 

Obdulio son los Padres

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