El partido final entre Brasil y Uruguay en 1950 fue un hito en la historia de la Copa del Mundo. Uruguayos y brasileños tuvieron su lección de humildad, trabajo, dedicación y superación. En realidad, los que siguieron a esas generaciones aprendieron de esa lección o se estancaron en el barro de los recuerdos.
Sin pecar de irrespetuoso en momentos donde el fervor por la selección uruguaya está en picos de alegría, considero que los brasileños fueron quienes aprendieron mejor la lección. Aquello de que se aprende más de las derrotas que de las victorias tiene en éste uno de los ejemplos más claros.
Después de aquella final Brasil volvió a jugar 6 veces la final de la Copa del Mundo, ganando 5.
Uruguay mantuvo su prestigio a nivel sudamericano, siendo actualmente el equipo que más Copas de América ha ganado, pero a nivel de mundiales quedó bloqueado tras aquella enorme victoria.
En algún punto todo aquello bueno que tuvo el fútbol uruguayo durante la primera mitad del Siglo XX fue mal interpretado luego de Maracaná, salvo por sus protagonistas que una y otra vez nos decían que ganaron porque jugaron mejor al fútbol no porque hayan sido más viriles que sus rivales.
Podríamos simplificar las cosas explicando todo con un simple «nos dejamos estar y los demás crecieron», pero nos llevó 60 años dejar de lado la soberbia del «si no salen campeones es un fracaso» para festejar un 3 a 0 en primera ronda contra Sudáfrica o el avance a Cuartos de Final tras ganarle al campeón europeo.
Brasil volvió a tener su «Maracaná» en 2014. Alemania les propinó una goleada histórica, pero luego de sufrir en el camino y encontrar al conductor indicado, volvieron a ser una potencia futbolísitca con aspiraciones serias a jugar la próxima final del Mundo. Tal vez pierdan con Bélgica en Cuartos de Final o no lleguen a la final, pero Brasil es sin duda la selección que más ha resistido a los golpes más duros que se puedan recibir en una cancha de fútbol.
Tal vez el tamaño del país y la cantidad de futbolistas disponibles ayude, es cierto, pero otros grandes con disposición de material en mayor propoción a la nuestra han sufrido el estancamiento luego de un triunfo resonante o la imposibilidad de lograr los objetivos propuestos.
Argentina tiene también su Maracaná. Todos los caminos del fracaso llegan a la comparación odiosa con Maradona. Exagerando, podríamos decir que pensar que Maradona ganó un Mundial él solo es tan ridículo como creer que Uruguay ganó en Maracaná porque Obdulio se puso la pelota bajo el brazo después del 1-0 de los brasileños.
El fútbol es un juego de equipo, y tener un jugador que haga la diferencia en los detalles que definen un partido no pueden minimizar a un equipo que lo soporte. En la final contra los alemanes, Maradona no cabeceó la pelota en el primer gol, fue Brown, ni pateó la pelota ante Schumacher en el segundo y tercer gol. Fueron Valdano y Burruchaga que eran parte del equipo.
Seguramente les lleve mucho tiempo superar ese Maracaná a los argentinos, que una y otra vez le exigen al crack de turno que los saque campeones.
Me acuerdo de niño que cada vez que jugábamos contra Brasil llevábamos a los campeones del 50 a la cancha «para hacerles sentir la presión a los brazucas». El punto máximo de esa superchería barata fue cuando llevamos a los campeones a ver el partido contra Brasil en 1993 rumbo al Mundial del 94. Bebeto y Romario nos dejaron afuera de la Copa con un baile descomunal en Maracaná ante la mirada de los campeones.
Pero no aprendimos, y seguimos usando aquella hazaña como un amuleto, no como una enseñanza.
Si repasamos en distintas selecciones vamos a encontrar distintos «Maracaná» a superar, ya sea volver a jugar el quinto partido de un Mundial, ganarle a un equipo europeo, superar la fase de grupos o ganar una final después de varios intentos.
Maracaná se instala en la mente de las selecciones, de sus hinchas, y curiosamente los únicos que lo superaron fueron los brasileños.
El Viernes Uruguay se juega la chance de meterse entre los cuatro mejores de la Copa del Mundo por segunda vez en tres Mundiales.
Nuestra confianza en este grupo de jugadores es tremenda. Se lo ganaron en base a adhesión a la causa, y por supuesto, obteniendo logros deportivos. Es que el «estos nunca le ganaron a nadie» está siempre agazapado a la vuelta de la esquina para tirar abajo cualquier tipo de valoración positiva. La Copa América 2011 es el seguro que tiene esta generación para respaldar su trabajo.
El cuerpo técnico y los jugadores de la selección uruguaya han demostrado ser un ejemplo de dedicación y entrega por la camiseta. Han logrado ser un equipo respetado a nivel internacional. Ya no somos más esa selección que alguna vez ganó el Mundial en épocas del blanco y negro, sino ese equipo peligroso que le puede hacer partido a cualquiera.
No tengo idea como saldrá el partido del Viernes, solo se que esta generación de Forlán, Lugano, El Ruso Pérez, El Loco Abreu, Muslera, Godín, Josema, Suárez y Cavani nos han devuelto la ilusión de poder ver alguna vez a Uruguay Campeón del Mundo.
Si logramos seguir por el camino trazado por este proceso de trabajo u otro similar más adelante, pero pensando en cosechar recompensas en el camino más allá del resultado final, estaremos venciendo finalmente nuestro propio Maracaná.
Obdulio se toma un tiempo para reflexionar,
Obdulio son los Padres.