Uruguay en la Copa América, Parte XI: Refrescando recuerdos

La década de los 80s fue fructífera para los equipos grandes y la selección uruguaya. A pesar de no haber participado en España 82 más el fiasco de México 86, cuatro Libertadores, tres intercontinentales y dos Copa América llegarían a nuestro país de la mano de nuestros equipos más representativos.

Para quienes rondamos los 40, el último tercio de esta década empieza a aparecer claramente en nuestros recuerdos, y hoy apelo a ellos para completar este post que incluye el campeonato del 87 y el vice del 89.

ARGENTINA 1987

Las vacaciones de Julio tenían un destino obligado y esperado: la ciudad de Minas.

Allí nos esperaba mi abuela paterna, la Abuela Negra, con un sinfín de atenciones típica de abuela que esperaba casi un año por ese momento. Con mi hermana menor llegábamos para ser malcriados por dos semanas, y de paso respirar aire fresco.

En el año 1987 la CONMEBOL decidió que la Copa América debía cambiar de rumbo y reorganizarse, retornando a las sedes fijas. Es así que empezando por Argentina, los organizadores se empezarían a rotar en orden cada dos años (fue así hasta 2001), hasta llegar a Venezuela, el último de la fila que completó el ciclo en 2007.

La idea que el Campeón se sumara en Semifinales persistió hasta esta edición, y Uruguay esperó tranquilo a los ganadores de los tres tristes triangulares que definieron a los cuatro mejores.

Con el equipo Campeón del Mundo, Maradona y pandilla salieron a la cancha decididos a ganar su Copa, ganando su grupo con más dificulades de las esperadas. Chile ganó el suyo sobre Brasil (incluyendo un histórico 4 a 0 sobre los brasileños) y Colombia consiguió el cuarto boleto.

El frío de las vacaciones de Julio se hacían sentir, y las tardes de juegos en la calle, que incluían fútbol, escondidas y las diferentes versiones de la mancha, se terminaban con el llamado de la abuela: «vamooooos que hace frío», gritaba, como si los 3 grados del frío Julio aparecieran por arte de magia a las 5 de la tarde.

Un buen baño y la promesa de una merienda abundante eran siempre bienvenidas luego de horas al aire libre.

El 9 de Julio, día de la Independencia de Argentina, se pactó el partido semifinal que incluía al Campeón del Mundo contra el Campeón defensor de la Copa América.

Recuerdo que aquel día estaba soleado, y en el living se prendió la tele blanco y negro para ver el partido.

Por un momento me volvió a la memoria el partido jugado un año antes en México, donde Argentina vistió de azul y Uruguay de blanco, para colmo en la cancha de ellos.

El equipo uruguayo había borrado de un plumazo a la mayoría de los jugadores del mundial pasado, siendo Gutiérrez, Francescoli y Alzamendi (los 3 jugadores que pasaron por River Plate argentino) de los pocos que se salvaron de la purga.

El DT, Roberto Fleitas, había armado el equipo a las apuradas y dispuso un 11 inicial en base al equipo de Peñarol campeón Uruguayo 1986 reforzado con los 3 citados mundialistas y el joven Ruben Sosa, que se destacaba en el Zaragoza español.

Otros jugadores como Pintos Saldanha (Nacional) y Pablo Bengoechea (Wanderers) tuvieron tiempo para entrar y aportar lo suyo también.

De aquel partido con Argentina tengo en la memoria el gol de Alzamendi, en una jugada de contragolpe bien armada y dos atajadas de Eduardo Pereira gloriosas en el segundo tiempo, probablemente las mismas que tenga Ud. que está leyendo esto y se acuerda de aquel partido.

Después del partido no hubo festejo, ni bombas en la calle, ni nada. Recuerdo que llegó mi primo Alejandro, abrió la puerta de la casa (sin golpear, por supuesto), y al grito de «yo soy Francescoli» se anotaba el jugador con el que se bautizaría durante las próximas horas de fútbol en la calle.

Mi cumpleaños, el 15 de Julio, se festejaba en Minas porque las vacaciones siempre caían en la misma quincena, y que mejor que recibir por adelantado el regalo en la final que se jugó el 12.

El equipo chileno venía con viento en la camiseta, pues además de golear a Brasil, eliminar a Colombia con Valderrama les dio más confianza. Pero cometieron un error gravísimo, reconocido por los propios jugadores años más tarde: creyeron que para ganarle a los uruguayos no solo precisarían de buen fútbol, sino que debían ser «más hombres«. Estos también entendieron mal eso de «la garra charrúa», y siguen sin hacerlo.

Los uruguayos entraron al partido y recibieron patadas criminales de los chilenos, que se pasaron de rosca y manija, siendo Enzo Francescoli el principal receptor de las agresiones, al punto tal que a los 14 minutos los chilenos ya estaban con 10 por la expulsión de Eduardo Gómez.

Pero el colmo del ridículo fue la expulsión de Francescoli a los 27 por quejarse de tanta patada y defenderse un poco. Al árbitro brasileño le faltaba la nariz colorada y la peluca.

Está claro que los chilenos no tenían muy claro quienes eran el Tano Gutiérrez, Obdulio Trasante y José Batlle Perdomo, tres nenes que no tenían pudor en juntarle las piernas a cualquier rival con ganas de hacerlos calentar.

A los 56 llegó el gol de Bengoechea que cerró el partido, que tuvo tiempo para más discusiones, más patadas y las expulsiones sobre el final de el chueco Perdomo y el chileno Astengo (o «Bolastengo», como le puso pícaramente mi primo).

Uruguay levantó su Copa América número 13 de la mano de un equipo renovado, con refuerzos de calidad y borrando la mala imagen dejada en el Mundial.

En la final, La Celeste estaba de celeste, y del color de la camiseta chilena me desayuné al otro día cuando mi bisabuelo, Don Pedro, compró el diario, colgó el poster de los campeones, y pude ver fotos del partido en colores. Pareciera que le estoy hablando de la prehistoria, pero apenas pasaron 32 años, y hoy tengo la oportunidad de recordar estas cosas, escribirlas, y que cualquier incauto, como Ud., las pueda leer.

La Copa América es mi primer recuerdo de Uruguay Campeón, que meses más tarde incluyeron a mi querido Peñarol ganando una Libertadores increíble. Al año siguiente Nacional fue el campeón de la Libertadores, y para la final intercontinental de 1988 contra el PSV en mi casa se estrenaba la TV color.

Para mi, que el tiempo no pasaba tan rápido como ahora, aquello de México 86 había sido apenas un lejano y mal recuerdo, acostumbrándome a ver a los equipos y la selección de Uruguay mandando a nivel internacional.

Ingeniudad infantil al 100%

BRASIL 1989

Hace 30 años se jugaba la Copa en Brasil, y Uruguay llegó con un cuadrazo, probablemente de los equipos que mejor vi jugar con la celeste en el pecho.

Los campeones de 1987 se renovaban, incluyendo a los campeones de Nacional de 1988 Hugo De León y Santiago Ostolaza, y jugadores del Danubio campeón del uruguayo 88 como el golero Javier Zeoli, Ruben Pereira y Ruben Da Silva.

El equipo fue dirigido por el Maestro Tabárez.

Uruguay clasificó apenas en el grupo de 5 equipos detrás de Argentina. El cuadrangular final lo completarían Brasil y Paraguay. Para salpimentar las cosas, la final se jugaría un 16 de Julio, con los campeones del 50 aun presentes entre nosotros.

Uruguay hizo dos partidazos contra Paraguay (3 a 0) y contra Argentina (Ruben Sosa 2 – Argentina 0), pero en el último partido contra Brasil el equipo fue superado a todo nivel en Maracaná.

El cabezazo de Romario, que puso el 1-0 del partido, cerraría aquella década espectacular del fútbol uruguayo, dándole un portazo al éxito internacional.

Luego de Italia 90, Tabárez fue cesado de la selección, contrataron a Cubilla y empezó el lío con Paco y los Repatriados.

Llegarían los oscuros 90s.

 

También fue de las últimas vacaciones en Minas con regularidad, esas que guardaré en la memoria por siempre, como a todos los que me acompañaron en aquellas aventuras entre la calle y los cerros, jugando a las escondidas o a los juegos de caja si llovía, o cuando volvíamos embarrados hasta las orejas luego de algún partido de fútbol.

Fueron los inolvidables años de la década de los 80s.

 

Obdulio recuerda con cariño,

Obdulio son los Padres

 

Obdulio hoy no cita fuentes porque jugó con su memoria.